Bangkok nocturno |
Wat Phra Singh. Chiang Mai |
Dedicamos un día a visitar los mercados, tal vez no acertamos con el día pero se nos rompió el mito de su exotismo, del lugar perfecto para encontrar gangas y buenas imitaciones. No eran sitios especiales, ni especialmente baratos y los vendedores no fueron nada amables
Continuamos viaje al norte del país, a Chiang
Mai. Tailandia tiene, o tenía, fama del destino ideal para lujo barato, esto ya
no es así, pero muchas cosas si lo siguen siendo y una de ellas son los vuelos interiores.
Mucha gente hace este viaje en tren nocturno, bastante más barato pero por 30
euros en unas pocas horas estamos en nuestro destino. Chiang Mai es famosa por
ser una ciudad tranquila, con muchos y bellos templos, con una gastronomía particular,
muy variada, hasta el omnipresente pad thai tiene multitud de variantes. Es el
punto de inicio para alcanzar otras zonas del país menos masificadas por el turismo y hay gran cantidad de posibilidades de actividades al aire libre: excursiones,
rafting, visita a centros de cuidado de elefantes. Esto de los elefantes es un
tema que no llegué a entender completamente, por todos los sitios venden que los archiconocidos
paseos en elefante son una forma de maltrato hacia estos animales, pero por
todo el país había turistas montados... Nosotros tras la consabidas visitas a los templos,
elegimos una excursión de varios días, en ella empezamos bañándonos en unas maravillosas
pozas al pie de preciosas cascadas, continuamos
por una excursión por la selva (trekking le llaman, ¡je!) que finalizó con una visita a un centro de
cuidado de elefantes y un final descendiendo en balsas de bambú por el río Mae Ping. El
“trekking” fue un curioso paseo, me gustó la experiencia de caminar oyendo el
ruido de la jungla, siempre rodeados por el chillido de millones de, supongo, cigarras o no sé qué otro animal.
De hecho la primera vez que oímos este ruido, en el templo de Doi Suthep, muchos turistas
pensábamos que era alguna alarma averiada. En la excursión pasamos del calor
con el ruido de la jungla a andar bajo la lluvia del monzón. Esa noche dormimos en una gran cabaña de madera en un poblado de cuatro chabolas, con dos chicas y una familia
alemanas y dos canadienses de origen chino. No se me olvidará cuando me
levanté a orinar por la noche,
despertado por unos temblores bruscos en la casa y descubrir en el preciso
momento al alumbrar con el frontal a dos enormes búfalos de agua a mi lado frotándose
con los postes que sujetaban la estructura.
Quedaba el descenso final por el río, es un recorrido en balsas de troncos de bambú, es un descenso tranquilo, incluso se puede ir de pie sin problemas, pero aquí tuvimos el momento-aventura del viaje. En un momento dado el guía de la balsa principal nos indica que nos pongamos los chalecos salvavidas y que nos sentemos, estamos en pleno monzón y vemos que las lluvias previas han hecho crecer el caudal que baja cada vez con mayor fuerza. Vemos que esta aumenta y vemos también que nuestro guía, que maneja la balsa con una pértiga anda un poco despistado, rozando alguna que otra piedra, en uno de sus despistes vemos de frente una gran roca y que nosotros nos dirigimos directos hacia ella, se da cuenta tarde y le es imposible controlar la dirección, no podemos sino ver cómo vamos a ella de cabeza, el impacto es fuerte, la balsa se parte por la mitad quedando sujeta a la piedra por la fuerza del agua pero a punta de saltar río abajo, nuestras mochilas salen volando llevadas por la corriente pero nosotros nos habíamos aferrado bien a los troncos de bambú al ver venir el golpe. Hay gritos y mucho nerviosismo, nuestro guía ha saltado al agua, la chica que iba en primer lugar queda apenas sujeta en el extremo izquierdo de la balsa, Estefanía al vértice de roca, el turista alemán está bien sujeto delante de mí pero yo quedo poco y mal agarrado al extremo derecho de los troncos, el agua me lleva pero al final y con gran esfuerzo consigo alzarme también al extremo de la roca. Los otros guías dejan a sus clientes en la orilla y saltan al agua,no sé cómo recogen las mochilas que se lleva la corriente y nos gritan que saltemos al agua pero nadie se atreve. La balsa en cualquier momento iba a saltar corriente abajo. Al final, los otros guías sacaron una cuerda de no sé dónde, y nadando hacia nosotros hicieron un pasamanos por el que nos acercamos a la orilla. Al final mi cámara de fotos perdida y un buen susto fueron las únicas consecuencias. Una vez todos a salvo, se perdieron en las selváticas paredes del barranco por el que viajábamos y en un momento, con troncos de bambú, repararon las embarcaciones para finalizar la aventurilla sin más contratiempos.
En el río Mae Ping |
Aún nos quedaría tiempo en Chiang Mai para visitar las piscinas termales próximas a la ciudad, sus mercados y de lo que más nos gusta del país, su siempre variada y sorpresiva gastronomía, tanto en la calle como en sus locales. Recordaremos con cariño a aquella pareja de abuelos que nos hicieron de guías y taxistas en Chiang Mai, cuya vida giraba en torno a su coche, y esto es tan literal que su vivienda era la misma bajera donde lo guardaban
Y como no, el video resumen:
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