Viajar a los Balcanes es viajar a una Europa desconocida, exótica y de reciente y turbulento pasado
Y con un pequeño problema empezamos, pues Begoña y yo nos quedamos tirados en Frankfurt y llegamos a Tirana un día más tarde, así que tuvimos que buscarnos la vida para llegar al día siguiente a Pizren, ya en Kosovo. Una bonita ciudad turística donde nos llama la atención la bandera albanesa omnipresente y las estatuas de sus héroes de la reciente guerra de Kosovo. Curioso lugar, de mayoría musulmana pero con varias iglesias ortodoxas, lo que nos recuerda que para los serbios es el centro de su muy influyente iglesia, incluso llegó a ser su capital en el siglo XIV
En nuestro destino siguiente, el pueblo de Dragash la influencia musulmana es más importante, no hay alcohol y nos costó encontrar donde tomar una cerveza. Enfrente del hotel teníamos el local de los veteranos del UCK (Frente de Liberación de Kosovo). Repasar su historia reciente impacta
En cuanto a las montañas, nos movemos estos días por los
montes Sar (me disculpo, no sé escribirlo correctamente), que hacen muga con
Macedonia del Norte. El tiempo no nos
acompañó en esta parte del viaje. El primer día el grupo solo pudo hacer un
intento bajo la lluvia. Al día siguiente
tuvimos mejor suerte pero se cerró la niebla cerca de la cumbre y tuvimos que bajar con ayuda del GPS pero con
buena nieve. Nuestro tercer día nos acercamos a Arxhena, una muy pequeña
estación de esquí, pero el mal
tiempo tampoco nos permitió alcanzar nuestro objetivo, pero volvimos a tener
un estupendo descenso.
Disrutamos mucho de este viaje y de su cultura , que apenas arañamos. No solo de sus montañas. Nos encontamos un grupo muy bien avenido y por si fuera poco, al final del día nos esperaban unas cenas con una tremenda cantidad de comida donde prima
la carne. Mucha carne. Nuestros anfitriones no sabían que hacer para
agasajarnos
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