Myanmar es el país de los mil budas, de los mil templos y de las gentes de eterna sonrisa. Imagino que será por la cultura budista que lo impregna todo. Esto les hace gente enormemente honrada, cercana y amable. Donde se acercan al turista para conocer, para aprender sin esperar nada a cambio, lo que de entrada choca con nuestra cultura y experiencias de otras partes del mundo. Allí las puertas de las casas de las zonas rurales están totalmente abiertas para que pueda entrar todo aquel que por allí pase. Un país donde no falta en cada pueblo por muy humilde que sea su pagoda con su cúpula de oro, donde la historia y su cultura se muestra omnipresente en templos, budas y ritos, algunos milenarios, alrededor de los cuales gira la vida y la espiritualidad de todo su entorno
En esta primera
parte del viaje, visitamos Yangón, la ciudad más importante del país y punto de
entrada y salida más frecuente. Yangon
(o Rangún en castellano) nos recibió de forma espectacular con la inmensa y bella
Shwedagon Pagoda. Resultó también un oasis de paz antes
de sumergirse en el bullicio de una ciudad del sureste asiático, con sus mercados
y sus mezclas de gentes. De allí pasamos a Mandalay, la antigua capital real de
Myanmar, con mucho que ver, con enormes palacios de gran belleza, donde en esta ocasión, el monzón dificultaba el
acceso por tierra pero nos permitió ver algunos en canoa, una suerte que pocos han disfrutado.
Y acabamos esta parte el viaje en Bagan , capital del antiguo reino medieval de
Pagán , con unas 2500 pagodas ( de los dos
millones que debe haber en el país) de los siglos XII y XIII, justamente etiquetada
como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Nos gustó tanto que alargamos allí la estancia varios días de forma
improvisada
Hace casi un año que
volvimos de aquel viaje, pero son
muchas horas repletas de vivencias y no puedo sino recrearme en cada imagen o
toma al montar el video, no puede ser de otra manera...
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