El Cáucaso siempre me ha atraído, y allí tuve la suerte de viajar, en particular a Georgia y en concreto a la zona de Alta Svanetia. Pude esquiar entre montañas con pueblos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por mantener su esencia medieval, pareciendo estar anclados en los siglos X al XII. Sin embargo, no está lejos; en cuatro horas de vuelo desde Barcelona nos plantamos en Kutaisi, la capital administrativa de Georgia.
El aeropuerto está lleno de esquiadores de todo el mundo y de
banderas del Mercado Común, lo que choca con las noticias de los últimos años
sobre el viraje de sus dirigentes políticos hacia Rusia y en contra de su
acercamiento a Europa
Llegamos de noche. Nos encontramos todo el grupo ya en el hotel y no nos da tiempo slvo para partir al día siguiente, ya nevando desde la puerta del hotel. Las carreteras están bien nevadas. La nevada, a ratos, es intensa. El viaje, de unas cinco o seis horas, se alarga un par de horas más. Viajamos por una llanura hasta que, de pronto, arranca un puerto que ya nos metería entre montañas hasta el final del viaje, dándonos una idea de la grandiosidad del lugar. Llegamos así a la casa de la familia que nos va a alojar estos días, con una nevada en el pueblo impresionante y unas cantidades también enormes de comida, lo que será la tónica habitual en todo el viaje.
Tras otro tremendo desayuno al día siguiente, salimos con
fresquito: 14 bajo cero. Nos
trasladan por unas carreteras más nevadas que el día anterior. Llegamos al
pueblo de Ienashi y foqueamos entre las casas del pueblo. Subimos por
bosque por la cara norte del monte Detsid; el tiempo es malo y va a seguir así
en los próximos tres días. Así, foqueando por nieve polvo, llegamos al final
del bosque, donde el viento, el frío y la nula visibilidad hacen duro preparanos para el descenso. Esquiamos
por nieve polvo profunda, unas nieves que por estos lares no estamos
acostumbrados -yo al menos-. La esquiada, una experiencia estupenda, nos lleva
hasta el mismo pueblo, donde, entre vacas, caballos y perros, nos recogen. La
temperatura es más agradable, pero un rápido vistazo al termómetro nos hace
caer en la cuenta: 7 bajo cero,
y eso en las horas centrales del día.
Nos daríamos después un paseo por el pueblo de Kutaisi. A veces rodeados por el ruido
de generadores en las puertas de algunos alojamientos. Es evidente que el
turismo ha crecido mucho, pero no así las infraestructuras, lo que se traduce
en cortes de luz frecuentes
En el paseo vemos lo que es el pueblo, andando con dificultad por la gran cantidad de nieve que hay. Nos vamos cruzando con todo tipo de animales: caballos, alguna vaca y muchos, muchos perros. Entre la nieve, el hielo, los enormes chuzos que caen de los aleros de los tejados y los detritos de todos estos bichos, caminar por sus calles a veces parece un videojuego.
Nuestro segundo día de actividad amanece nevando, lleva así
toda la noche. El todoterreno que nos lleva a Tviberi va dando bandazos en las
curvas de una carretera muy, muy nevada, aunque en ningún momento tenemos
sensación de riesgo.
Arrancamos con una nevada espectacular, que no hace sino
aumentar conforme ascendemos Llegamos al final del bosque, donde el riesgo, el mal tiempo
y la nula visibilidad nos hacen descender. Bajamos como en los vídeos, donde a
los que saben esquiar bien solo se les ve del pecho para arriba. Aquí el riesgo
no es de una avalancha, sino que alguno desaparezca en el hueco formado por las
raíces de los árboles y la nieve caída encima.
Disfrutamos tanto que volvemos a subir, con mucho trabajo
abriendo una buena trinchera
En nuestro tercer y último día en la zona de Kutaisi, amanece otra vez nublado y
nevando, pero la visibilidad hoy es mayor. Ascendemos desde Tsalanan a una
pequeña cumbre, aunque el tiempo no nos permite ver bien lo que tenemos
alrededor. Seguimos con el mismo frío y con unos tremendos espesores de
nieve polvo de muy buena calidad que nos hacen disfrutar hasta el final.
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