Para muchas culturas las montañas han sido y son lugares sagrados. Tierras que separan naciones y unen pueblos, lugares donde el hombre percibe fuerzas que apenas entiende y que sintiendo su intensidad,"se siente" libre. Y así busca su fuerza, su energía, su placer, en las alturas, en los vientos, en los colores, en los otros. Compartiendo el mundo con los dioses...Y yo me incluyo.
He aquí algunos de esos momentos
La de hoy es una ruta para disfrutar del bosque otoñal.
Desde los primeros metros rodamos entre hayas por el Camino de Santiago,
el bosque se hace más salvaje después, siguen prados y
carretera, que al estar rodeada de colores verdes y dorados la convierten en un
placer. Llevamos así al refugio de Sorogain, donde arranca una pista
tiesa y asfaltada que al tumbar asoma al Adí y a las montañas cercanas. Llegamos a las campas de
hierba más altas, donde ya empezamos con problemas con los cazadores. Alguno en
su palomera se cagó en todo al pasar nosotros por delante, saliendo
incluso con gesto amenazante. Lo de siempre, debe creer que el monte es para su
uso exclusivo. Nosotros ni caso, la campa se pone tiesa y empujando la bici
llegamos al Txasperro. Al bajar, enseguida nos metemos en un hayedo de cuento,
para salir por una pista casi verde que bordeando por el norte el Menditxipi baja después al valle. Otra vez pista arriba
entre hayas y prados hasta el Lindus. Más bosque de cuento y pista asfaltada
nos dejan rápidamente en el Puerto de Ibañeta. Aquí ya hay movimiento:
peregrinos, turistas, montañeros, pero sin masificaciones y todos, como
nosotros, disfrutando de las galas otoñales de la montaña.
Camino de Txasperro, Adi a nuestra espalda
Toca ahora la guinda
final, la dura subida al Collado de Lepoeder, por pista asfaltada, a veces rota
y a veces con tramos de muy duro sendero. Me cruzo con tropecientos peregrinos,
bajan por el camino más largo, no entiendo muy bien el por qué. Los coreanos, o
japoneses, que no se diferenciarlos hasta me hacen fotos. Llegó por fin al
último punto de subida, el Collado de Lepoeder. Espero y espero a Luis, que iba
por detrás pero siempre a la vista. A la media hora, ya preocupado tras
llamarle varias veces sin respuesta, me dice que está abajo. Se lió con el GPS
y se saltó este collado, tirando recto por el Camino de Santiago. Allá que voy
entonces, con cuidado de no salir volando por la cantidad de piedras y
peregrinos que hay en la mitad superior, la inferior está más limpia de
obstáculos y toca disfrute continuo por la senda hasta el coche. De nuevo otro
regalo otoñal
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