No hay mucha nieve, pero está muy irregularmente repartida. No está ni para esquiar ni para andar; ni siquiera para ir con raquetas. A veces la nieve me llega hasta la cintura, otras solo al tobillo; en más de una ocasión meto el pie en algún arroyo escondido. No sé si es mi baja forma o si son las condiciones, pero cuando llega el momento de alcanzar el Ibón de Escalar estoy a punto de darme la vuelta, pues me está costando el doble o el triple de lo habitual.
Sin embargo, una vez allí, veo que los montes de alrededor, aunque blancos, tienen poca nieve y se puede andar bien, así que decido subir al más cercano: el Pico Escalar, que entre hierbajos y nieve me permite llegar arriba sin problemas. Una vez allí, para el viento, así que el descenso - con la huella ya hecha - poco a poco y ya sobrando ropa, resulta cómodo. Pero ya he tenido bastante por hoy.
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