domingo, 5 de diciembre de 2021

Aconcagua.Febrero 2008.La Ascensión. Un fotomontaje

 


   Y volviendo a mis historias de Abuelo Cebolleta, retomo la crónica de la entrada anterior de la ascensión a este montaco (enlace)

Una vez que habíamos acabado la climatización en Vallecitos, con pena por no haber pisar los últimos metros del Cerro Plata, nos dirigimos ya al parque del Aconcagua. Antes de llegar haremos una parada en un curioso rincón, casi en la frontera con Chile; el Puente del Inca. Un lugar de aguas termales donde el componente ferruginoso de estas tiñe toda estructura de ocres y dorados, y  donde nos tomaremos un estupendo bifé de chorizo antes de entrar definitivamente en el parque. Tras cumplimentar trámites empezamos ya la caminata pasando por la Laguna Horcones para recorrer el fondo del valle del mismo nombre. El paisaje aquí cambia, ahora  es más árido, más ocre, más abrupto e inmenso. Nos vamos cruzando constantemente con recuas de mulas que suben y bajan material de los expedicionarios que están más arriba, a veces bajan solas a toda velocidad y hay que tener cierto cuidado para que no se te lleven por delante. Es un descubrimiento las ganas de vacilar que tienen los muleros, lo que aquí llaman “la joda”, con una estética que recuerda mucho a la que podemos tener de los gauchos. Y  así con paso tranquilo y con poco desnivel vamos a la primera parada antes del campo base. Es un mega campo intermedio llamado Confluencia, pues de aquí salen las rutas que aproximan hacia la pared sur del Aconcagua, visible desde el camino, impresionando a todos. Nosotros incluso dormiremos en un domo, una gran tienda de campaña redonda donde, supongo, cabrían  unas 20 personas.

Al día siguiente y siguiendo con el tranquilo paso de aclimatación caminamos por el Valle de Horcones hasta “la Playa Ancha”. Delante  una cuesta que nos dejaría en el campo base del Aconcagua o Plaza de Mulas. En aquel momento bajaba una mula como un montañero amarrado como un fardo, afectado por el mal de altura, bamboleando de lado a lado de la acémila, sin poder sostenerse solo

Nada más llegar, en una cabaña está el equipo médico que te registraba, toma la tensión y la saturación de oxígeno y que sin ningún miramiento te pueden echar para atrás.  Pasamos sin problema y nos aposentamos ya  en nuestra estupenda tienda comedor donde nos esperaba una tremenda ración de comida y de bebida. Pasaremos un día allí aclimatando, yo me acercaría al hotel próximo. Increíble la estructura que han montado en mitad de ningún sitio. Al día siguiente ya empieza la ascensión propiamente dicha. Subimos a dormir a Nido de Cóndores, pasamos por “Cambio de Pendiente”. Un lugar donde mucha gente pernocta pero que como su propio nombre indica, no tiene mayor diferencia con el resto del camino   que un cambio  en la pendiente. Un sitio realmente incómodo.

Tras nuestra primera noche en Nido de Cóndores, a 5000 m, ascendimos al día siguiente a  nuestro segundo campamento,  a 6000 m. “Campamento Cólera“ que  sustituye al tradicional “Campamento Berlín” donde vemos un montón de basura, dos cabañas medio derruidas y un montón de piedras que no invitan a plantar aquí una tienda  

   En el tercer día se preveía mucho frío así que decidimos pasar una noche más aclimatando, pajareteando entre las tiendas y bebiendo. Nos acostamos pronto y llega al final el día de gloria. A las 2 ó 3 de la mañana ya estamos en marcha. Los termómetros marcan 25 grados bajo cero obligando a estar muy pendientes de los dedos de las manos -especialmente- y pies. De hecho, al descargar el peso de las manos en las dragoneras de los bastones, perdías sin darte cuenta la sensibilidad del pulgar. Despacito llegamos al campamento de emergencia desde donde un poco de nieve tapa el sendero. Camino de la cumbre vamos viendo a numerosos grupos que van  por delante. Van muy rápido, tal vez demasiado y algunos lo están pasando mal. Son grupos internacionales, cada uno con su día argentino. Incluso algunos guías ponen los crampones a sus clientes. Nosotros seguimos hacia arriba y pronto nos damos cuenta de que estamos solos. Ninguno de estos grupos ha podido llegar  a la base de "la Canaleta". Así, de todos los grupos que intentamos la cumbre solamente nosotros tiramos hacia arriba. Por detrás va un grupo de militares españoles que guían a discapacitados. Nos cruzamos con ellos y les saludamos pero no sueltan ni una palabra.

Y llega el tan deseado momento de cumbre. Ya os podéis imaginar la emoción del momento, se me quedó grabada. No tengo recuerdo de pasarlo especialmente mal por la altura pero en el vídeo de los segundos de cumbre aparezco boqueando como un pez agónico. Además la bajada de La Canaleta fue horrible, me tambaleaba, me tropezaba y me costaba poner un pie delante del otro, siempre  a punto de caer. Una vez en la base de La Canaleta ya me encontraba mejor. Había nubes altas que impedían la visión de lejos.Las grandes dimensiones del lugar y las escasas referencias ocultas entre las nubes que iban y veían hacían difícil la orientación. Menos mal que mi compañero, meticuloso en extremo, iba comprobando en  la subida la altura, y así me llevó por el buen camino hasta que despejo el cielo ya muy cerca del Campamento Cólera.

 

  A la mañana siguiente ya sin prisas y con una extraña sensación de satisfacción por el éxito y por la falta de estrés, recogemos todo con tranquilidad, incluidos todos nuestros residuos orgánicos. Por supuesto estos fuera de la mochila y poco a poco, despacio pero sin pausa, casi sin darnos cuenta hacemos el descenso de un tirón hasta Plaza de Mulas. No recuerdo si bajamos al día siguiente o nos quedamos un día allí. Nos esperaban más abrazos, felicitaciones, alegrías y aquella sensación de haber disfrutado que también la tengo marcada en la memoria. Sea como fuere, al día siguiente deshacemos el recorrido bajando por Playa Ancha, pasamos por el campamento Concordia, por la entrada del parque y de allí hasta Mendoza. 

   Hace ya 14 años de aquel viaje. Tengo muy grabados muchos momentos, muchas emociones y muchas imágenes. Solo pudimos ascender a la cumbre tres del grupo, y alguno lo pasó un poco mal. También tuvimos algún susto por la altura y alguna caída. Pero fueron muy buenos momentos compartidos, Aprendí mucho, sobre todo de los consejos de Mari Abrego, que por desgracia ya no está para seguir enseñando a los novatos que tengan intención de salir de su zona de confort y que nos ayudó a grabar estas experiencias en nuestra memoria y en nuestra forma de ser.


4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, aunque me siento bastante más abuelo con estas batallitas

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  2. Interesante relato, cuánto esfuerzo y gozo!! Vivencia intensa para recordar.

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