Había dejado
la primera parte de este viaje en Khuspang, tras un largo día en el que
habíamos atravesado el Gondogoro Pass y donde nada más entrar en la tienda
comedor se puso a llover a cántaros. El terreno había cambiado de forma radical,
seguíamos rodeados de glaciares pero ya no era el terreno árido de los días anteriores.
Al contrario, la zona que los hielos dejaban libre era una alfombra verde donde
brotaba la primavera, veíamos por primera vez en el viaje flores ¡y muchas
edelweiss!
Leila Peak, saliendo de Khuspang, posiblemente una de las montañas más bellsa de la tierra |
El día siguiente tocaba descanso pero preferimos que fuera en el campamento siguiente, en Saicho, ya mil metros más abajo y con temperaturas más agradables. El trayecto entre ambos campamentos nos dejó imágenes imborrables, no podemos despegar la mirada del Leila Peak, esta montaña podría considerarse de las más bonitas del planeta, su aislamiento la hace menos conocida que el Cervino, Ama Dablam o Alpamayo pero sus líneas casi de diseño estéticamente la ponen a su misma altura.
Tras perder de vista el Leila Peak, vamos dejando atrás los glaciares y la vida sigue abriéndose camino, pasamos cerca de manadas de vacas de una rara, para nosotros, especie local e incluso burros salvajes. En Saicho pasaríamos un par de noches, nos dedicaríamos a descansar, lavar, lavarnos y pasear por los alrededores .De despedida los porteadores nos deleitaron con sus cánticos y bailes, siempre buscando intercambio con los nuestros y también con un grupo de coreanos que iban un
poco por delante de nosotros en el trekking.Finalizamos el camino en Hushe, localidad donde Sebastián Álvaro inició un proyecto de cooperación construyendo un albergue de montaña y creando una escuela para niñas, entre otros logros.Y si fuera poco a la entrada del pueblo un cartel con con el nombre de Fundación Félix Iñurrategi nos recibe
Paseando por los alrededores de Saicho |
Chavalería de Hushe |
Tocan ahora dos días de bus por pistas y carreteras donde vemos imágenes de un Pakistán siempre rural pero más fértil, con noche en Gilgit, donde a un grupo de nosotros que salió a dar un paseo la policía les hizo volver al hotel. Nos despedimos del alojamiento que como en otros el segurata no se separaba del fusil, otro paisano y su kalashnikov nos acompañarían en la primera parte del viaje para
ser relevado después por otro hasta llegar a Islamabad
Y antes de volver dedicamos una visita a Rawalpindi, capital pakistaní hasta 1967. Así como Islamabad es una ciudad de reciente construcción, de grandes avenidas y amplias zonas verdes, donde reside la élite socioeconómica y cultural del país, con clara influencia occidental, Rawalpindi se mantiene mucho más tradicional, con sus taxis multicolores por todos lados, tráfico caótico con cientos de motos, mercados en la calle y grandes y bulliciosos bazares. La gente solo viste la ropa tradicional pero sin embargo sí se ven algunas mujeres solas comprando, cosa que no vimos en Skardu ni en los pueblos por los que pasamos
Grúa en Rawalpindi |
Taxi en Rawalpindi |