Esta
entrada es continuación de aquella en la que esquiamos por la cordillera
iraní de Alborz. En estos días vimos que nos atraía tanto lo poco que
veíamos de su cultura que decidimos quitar un día de montaña para añadirlo a
los de turismo. Y así nos despedimos con pena de estas montañas pero con
ilusión de conocer un pedacito del país, Visitaríamos Teherán, Kashan e
Isfahán. En la capital descubrimos una ciudad moderna donde la gente joven
aparentaba tener una cierta libertad en las
formas, o eso parecía. Visitamos el Museo Nacional de Teherán, con
aquellos relieves de los antiguos persas que de niños estudiamos en el colegio. Conocimos
el palacio de Golestán, espectacular ,lujoso y totalmente acristalado, donde vimos la interacción de las familias que parecían no ser muy diferentes a las nuestras .A
lo largo de este de esta visita ya íbamos experimentando la cercanía de sus
gentes, sobre todo jóvenes, con muchas ganas de cruzar dos palabras,
hacernos fotos con ellos, siempre amables. Continuamos viaje hasta Isfahán
donde recorrimos sus calles de patios altos de adobe, con sus lujosas
casas siempre mirando al interior, la madrasa, los baños del sultán. y
degustamos su mejor gastronomía .Finalmente fuimos a Isfahán, una auténtica maravilla,
donde se nos abrieron los ojos como
platos con la Mezquita del Imán, con sus
azulejos de intenso azul, la gigantesca plaza de Nasqsh-E Jalán, llena de vida, el
puente Kaju, la catedral de Vank o la mezquita Jameh. Todo nos hacía
intuir una riqueza cultural apabullante. Nuestra guía nos llevó con muchísima
paciencia también al barrio armenio, donde nos sorprendió su historia, su música
(busquen información del genocidio armenio, algo que no se debería olvidar), y
hasta de compras, que si pistachos, azafrán….
En definitiva, una delicia para los sentidos,
una gente tan próxima que se me hace muy complicado entender todo lo que ha pasado
después y que me hace coger con pinzas toda la información que de este país me
pueda llegar
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