Con esto del confinamiento sigo
recordando viajes pasados, el de esta entrada igual es al que más cariño le
tengo pues en el batí mi récord de altitud, con los 6959 metros de la cumbre
del Aconcagua. Además tuve la suerte de compartirlo con un grande del
himalayismo navarro y mundial, con José Mari Abrego, que tristemente falleció
hace un par de años. El año anterior lo pasé bastante mal con la altitud en
Ecuador por pura inexperiencia y decidí que quería ir con alguien que la
tuviera de sobra, y nadie mejor que José Mari.
Esta primera parte se refiere a la aclimatación, que hicimos en el centro de esquí de Vallecitos. Un recóndito lugar cerca de la frontera con Chile donde hay un rosario de montañas de entre 3000 y 6000 metros. Una zona andina árida y dura, pero que favorecía unos colores dorados intensos según diera la luz del sol. Cada mañana salíamos del refugio para ascender una cumbre, nada más llegar subimos al Piedras Blancas de 3800 m, al día siguiente San Bernardo (4150 m)y después al Franke (4829 m ) .Cuando casi habíamos superado la barrera de los cincomil subimos con todos los trastos encima al campamento El Salto, a 5000 metros ,con la idea de al día siguiente ascender a un 6000, el Cerro Plata. Fue una experiencia curiosa, allí estamos nosotros, con nuestras tiendas y nuestro hornillos, en completa autonomía. Pero sin embargo había un domo (una tienda redonda grande) donde un chico con su cocina de gas se ganaba la vida, y allí a 5000 metros, la primera noche nos tomamos un estupendo bifé de chorizo. Que mejor señal de que íbamos aclimatando bien.
Salimos al día siguiente muy de noche, cómo se hacen en estas montañas. Ascendíamos lentamente por las suaves pendientes que nos acercarían al collado que une el filo Plata-Vallecitos. Tal vez no vamos también aclimatados como creíamos, pues las horas iban pasando y nuestro ritmo era lo suficientemente lento para no permitirnos pisar la cumbre a una hora razonable. Y así, a unos 100 metros de la cumbre decidimos darnos la vuelta.
Ya no quedaba sino bajar a la mañana siguiente, sin prisas desmontamos el campamento y vamos bajando tranquilamente hasta nuestro refugio en Vallecitos. Toca bajar a Mendoza y de allí tomar una jornada de descanso para acercarnos a Puente del Inca, dónde entraríamos ya en el Parque Nacional del Aconcagua. Pero esto queda ya para una segunda parte
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