Cáseda era al pueblo de Javi. No lo conocí mucho pero sabía de su gran pasión por la bici y por su pueblo. Así que tenía que visitar su terreno y me llevé una gran sorpresa. Resultó ser una zona estupenda para la btt, un terreno de senderos, bosques y montaña.
La ruta tras unos pocos kilómetros bordeando el Canal de la Bardena enseguida discurrepor senderos sinuosos, tras pasar un sembrado que seguro que se puede evitar, entonces con tierra muy húmeda que lo hizo muy difícil de ciclar. Llego a Torre de Peña dónde arranca una bonita pista que acaba cerca del despoblado de Peña.
Este pueblo abandonado, en lo alto de un monte, es un lugar mágico, dónde seguro que de noche se sienten sus fantasmas. La entrada por un sendero y bajo el arco de su iglesia fortaleza del siglo XII es para recordar. Las vistas son espectaculares. Para iniciar el descenso hay que pasar por un curioso y estrecho paso con la bici por delante y sujeto a una sirga. El sendero es una pasada, con pasos para mí muy técnicos a veces, pero muy divertido.
Una vez abajo me cruzo con un ciclista sangüesino, que buen conocedor de la zona, me guía por caminos y senderos facilitándome la ruta, hasta la bonita ermita de San Zoilo. ¡Gracias Huracán!
El camino continúa ahora cuesta arriba por una pista muy pedregosa y entre arbolado, por un terreno que a veces me obliga a bajar de la bici. Cruzo la carretera y sigo subiendo por pista y camino en dirección a la cumbre de San Pedro. En un momento dado el camino gira 90 grados por un terreno empinado que hace llevar la bici en la mano hasta cerca de la cumbre, en un mirador que da a la llanada de Cáseda y Valle de Aibar. Otra vez unas vistas estupendas. Y otra vez una tremenda bajada, entre robles primero y bojes después y con vistas siempre al Valle de Aibar. Sigo bajando con algún despiste por la velocidad que cojo en un tramo de pista. Continúa la senda entre robles y cuando esta se abre hacia la llanada de Cáseda me despisto al grabar y salgo volando por encima de la bici. No ha pasado nada salvo salvo golpes en las piernas pero el GPS ha salido volando. Me adelantan entonces tres ciclistas locales, que bajaban con mucho nivel y que se ofrecen para guiarme por los senderos hasta el pueblo. Espectacular verlos bajar, allí donde yo echaba pie a tierra ellos saltaban para salvar el obstáculo. Pero lo mejor es que el más joven, con un nivel como el que más y con “pitera” ¡tenía 10 años! ¡Qué futuro!
Estos chavales, más majos que para qué, me fueron guiando con paciencia, pues me costaba seguirlos, por los endureros senderos que llevan al pueblo. Estaban encantados de que gente de fuera conociera su zona. Seguro que a Javi también lo hubiera estado.
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